miércoles, 13 de agosto de 2008

→ Muerte a la ciudad


Era, un día común, pero la motivación diferente. Aquel día necesitaba matar la ciudad. No se trataba de acabar con las personas, se trataba de aniquilar la ciudad, de arrancarle las entrañas. De hundirle un brazo en el útero. De abortarla mil veces. Esta ciudad manchada de luces rotas. Esta ciudad hostil, sucia y dura, capaz de morir matando. Este Santiago, herido, mentiroso y loco, como cualquier hombre, que en su día fue apuesto. Esta ciudad que desprecia a mendigos, sin mirarle la cara. Esta ciudad sin cojones, sin agallas. No hablo, de matarla al etsilo Nerón. No se trata de prenderle fuego. Estoy hablando de clausurarle la boca, que se trague su propia lengua. De enterrarla viva y dejar que se asfixie, bajo sus construcciones.

 
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